13/11/10

Tiempos de guerra (1era Parte)

Extraido de "Señales de esperanza":
"Cuando oigáis de guerra y rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino ... principio de dolores son estos" (San Marcos 13:7,8).

El niño mira aterrorizado al hombre de capucha negra. Se llena de pavor ante el arma que apunta a su cabeza. Tiembla. No tiene valor para volver los ojos hacia la botella con el líquido amarillo que sostiene en la mano izquierda. Se desespera y llora. Un niño de 6 años sólo puede llorar ante una circunstancia brutal como la que está experimentando.

-¡Bebe esa cosa o te mato!-

La voz del hombre grande, sin rostro, suena amenazadora. Iván no tiene otro remedio. Bebe su propia orina.

¿Cómo encontrar palabras para describir este cuadro? ¿Qué hacer cuando lo que tienes delante de tus ojos es imposible de ser descrito por el exceso de crueldad? La palabra exacta para definir esa escena sería ignominia. Tal vez oprobio. Quizá miseria. Lo que sucedió ese día, en lo recóndido del alma humana, huye de las palabras y los adjetivos. Las palabras sobran, o faltan, no sé. Mejor es fingir que nada fue real. Esconderlo de las palabras. Quizás así tengamos menos vergüenza de decir que somos humanos y aceptemos la idea de que nos volvimos animales.

Todo ocurre un miércoles 1º de septiembre. El enorme reloj de pared del edificio central de la escuela primaria indica las 9:40 de la mañana. Es una mañana típica de fin de verano. Hay sol y alegría afuera. Dentro de la escuela, alumnos, profesores y padres de familia se preparan para dar inicio al programa de celebración denominado "Jornada del Saber".

Súbitamente se oyen disparos y voces de comando. Palabras de bajo calibre, amenazas y golpes son distribuidos a diestra y siniestra. En fracción de segundos, 32 hombres y mujeres armados hasta los dientes, con los rostros cubiertos por capuchas negras y destilando odio por los ojos, se apoderan de la escuela. Pocos minutos después tienen en su poder a 1300 rehenes.

Los invasores colocan a los rehenes en el gimnasio de la escuela y riegan una enorme cantidad de explosivos, para protegerse en caso de ser atacado por sorpresa. Las fuerzas especiales de seguridad del Ejército rodean la escuela. Se preparan para ingresar al primer descuido de los terroristas. Así comienzan tres días de horror. Los rehenes jamás olvidarán y la humanidad cargará con el incidente, como llaga abierta, por mucho tiempo. Es la guerra. Jesús ya lo había dicho: "Oiréis de guerras y rumores de guerras"(Mateo 24:6). Esta sería una de las señales que anunciarían su retorno a la Tierra.

Al principio, los invasores no hacen ninguna demanda. Simplemente se niegan a dar de comer y beber a los alumnos. Amenazan con matar a veinte de ellos cada vez que un miembro del comando sea herido por las fuerzas de seguridad. Hay amargura y rencor en las palabras del jefe del comando invasor. Declara a los órganos de prensa que no dará comida ni agua a los niños. Algunos alumnos contarían, después, que fueron obligados por los terroristas a beber su propia orina.

12/11/10

Una pregunta fundamental. (2da Parte)

Las palabras de Jesús son para ellos. Los discípulos serán testigos de la furia romana que destruirá el Templo. Parte de las señales de San Mateo 24 se refieren a lo que sucedería antes de la destrucción del Templo. Otras, sin embargo, e incluso las primeras, por aplicación, anuncian lo que sucederá antes del fin del mundo.

La humanidad necesita saber hoy, con urgencia, el mensaje entrelíneas de los acontecimientos aterradores de nuestros días. Nada sucede por casualidad. Todo fue escrito y anunciado en las Santas Escrituras. Las señales del regreso de Cristo, presentadas el la Biblia, son una descripción fiel de lo que sucede en nuestros días. Un retrato del mundo actual y sus constantes luchas contra los desvaríos de la propia humanidad, y contra la furia enloquecida de una naturaleza que no soporta más las agresiones del hombre y se rebela, como potro salvaje, cuando intentan quitarle sus horizontes infinitos para hacerla vivir apacionadamente.

Lo que escribo a continuación es una constatación de las cosas que están sucediendo. Ocurrirán más a medida que el tiempo acabe y nos aproximemos al fin. Es un mensaje de urgencia. La urgencia nace del peligro. Pero es también un mensaje de esperanza. Esperanza de un nuevo día y un mundo nuevo.

Al observar lo que sucede a nuestro alrededor percibimos que ya es de noche en nuestro planeta. Bastante de noche. Noche oscura. Las tinieblas que nos rodean asustan, pero son la evidencia de que el Rey ya vuelve. No hay que temer. Después de la noche siempre viene el día. Cuanto más densa la oscuridad, más cerca el nuevo día.

Sé, por experiencia propia, cuán valiosa es la esperanza. La necesité una noche, perdido un la selva. Me aferré a ella como a la tabla de salvación en un mar revuelto. Había andado todo el día y ya no tenía fuerzas. El indio que me acompañaba creyó mejor dormir a la orilla de un rio.

-Mañana será otro día - me dijo -, y usted estará en mejores condiciones; no vale la pena continuar andando en la oscuridad.

Paramos. Nos adentramos en la noche, con sus ruidos extraños. Sentí la oscuridad en mis ojos, en el aire que respiraba, rozando mi piel, tratando de intimidarme. Hay noches en la vida tan densas, tan oscuras y tan trites... Noches del alma. Noches de la selva. Noches que dan la impresión de ser eternas. Aquella era una noche de esas.

Casi no dormí. Me incomodaba la oscuridad, me perturbaban sus ruidos, me molestaba su intensidad, me perturbaban sus ruidos, me molestaban su intensidad. No dormí, Observé la noche. La vi soberana, amedrentadora, dueña y señora de la situación. Deberían ser las cuatro o las cinco de la mañana cuando pregunté al guía:

-La noche ¿se está poniendo más oscura o es simplemente impresión mía?

-No es impresión suya, la noche realmente se ha puesto más oscura, pero no se preocupe. Eso significa que, de un momento a otro, va a salir el sol.

Diez minutos después, el sol salió. Pude ver sus rayos dorados sonreírme a la distancia. Pude disfrutar otra vez de su luz, de su esplendor, de su vida. Estaba a salvo. Un nuevo día había llegado.


La noche de este mundo está cada ves más densa. Hay dolor, tristeza y muerte a nuestro alrededor. Hay injusticia, miseria y hambre en torno a nosotros. A veces da la impresión de que todo está perdido. No es verdad. La noche de este mundo acabará pronto. El sol de un nuevo día ya despunta en el horizonte. El Señor Jesús viene a buscarte.

-Ven a mí te dice con su voz mansa -; confía en mí para atravesar las horas de oscuridad que todavía restan.

¿Qué harás? ¿Aceptarás su invitación?

La respuesta es sólo tuya.