Hace varias décadas el mundo fue estremecido por dos guerras de dimensiones gigantescas. Fueron llamadas Guerras Mundiales. Hasta entonces nada semejante había sucedido en la historia de la humanidad. Ambas guerras fueron devastadoras. La primera mató a 10 millones de personas y la segunda acabó con la vida de 55 millones de seres humanos. En aquella ocasión, en una transmisión radiofónica desde Hiroshima en 1945 después de lanzada la primera bomba atómica, William Ripley afirmó: "Estoy parado en el lugar donde empezó el fin del mundo". Sin embargo esas guerras no eran la señal del fin. Jesús lo había dicho: "Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin" (San Mateo 24:6,7).
El clima de guerra que vivimos en nuestros días no se limita a conflictos internacionales. Lo que mina la estructura intestina de los países hoy son las luchas internas. Las guerras internacionales están pasando a se la excepción. De los 56 conflictos armados importantes que se registraron en la década pasada, sólo 3 fueron conflictos entre un país y otro. Todos los demás fueron luchas internas; aun cuando en 14 de ellos intervinieron tropas extranjeras apoyando a uno u otro lado.(1)
Por otra parte, mientras que la primera mitad del siglo pasado estuvo dominada por guerras entre países ricos, la mayoría de los conflictos internos, contemporáneos, ocurre en los países más pobres del mundo. Naciones que luchan terriblemente contra el hambre, desperdician dinero y energía luchando entre hermanos.
Estudios realizados por especialistas muestran que existe relación entre los conflictos armados y el hambre mundial. Un problema lleva al otros. El planeta está siendo tragado por un tornado violento del cual nadie escapa. Las catástrofes naturales y las guerras de un lado, la amenaza de recesión financiera que lleva a millones de personas a la miseria y al hambre del otro, y en el medio el ser humano sin saber para dónde ir ni qué hacer. Este es el retrato del hombre del siglo XXI.(2)
En nuestros días hay muchos países que sufren conflictos internos así llamados guerrillas reivindicatorias. Estas luchas fratricidas desestructuran la vida de los habitantes de un país. En esas luchas sociales las personas más afectadas son las menos culpables. Generalmente los conflictos internos se desarrollan en las zonas rurales, donde viene el humilde y desprotegido campesino.
Las guerrillas perturban las producción de alimentos y provocan el hambre, y todo debido a la destrucción material y el saqueo de cultivos, ganado, cosechas y reservas alimentarias de los campesinos. Por otro lado, los movimientos revolucionarios constantes impiden trabajar, desaniman a los agricultores e interrumpen las vías de transporte a través de las cuales se vende la producción.
Los jóvenes son obligados a unirse a las guerrillas. Se apartan del sector productivo y abandonan los trabajos que generan ingresos. Como consecuencia, el hambre aumenta, incluso mucho tiempo después de que la violencia disminuye. ¿Qué se puede hacer en una tierra donde los bienes han sido destrozados, las personas han sido muertas y heridas, las poblaciones han emigrados para escapar del peligro y los daños al medio ambiente han sido irreparables?.(3)
Aun más terribles son las minas diseminadas por las tierras agrícolas, que matan y mutilan a las personas, y las desaniman de cultivar durante años y décadas.
Durante algún tiempo, después de la Segunda Guerra Mundial, se pensó que el mundo tendría paz. Habían disminuido los gastos en armas y las naciones soñaban con un mañana mejor. Durante esos años el gasto en armas disminuyó en un 37%, y todos creían que estábamos entrando a una era de concordia internacional.(4)
Pura ilusión. La profecía decía que las cosas irían de mal en pero: "... cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina..."(1Tesalonicenses 5:3); y así fue. El sueño acabó en 1988. A partir de ese año la compra de armas por parte de los países volvió a aumentar: el 2% en 1999 y el 3% en el año 2000. Hoy llega a la escandalosa cifra de 835 mil millones de euros por año; 15 veces más que el volumen de ayuda humanitaria internacional. Para colmo de males ese aumento fue más fuerte en las regiones supuestamente menos ricas. Son ellas las que más gastaron en compra de armas.(5)
(1). Secretario de Estado Sigrun Mogedal, Ministro de Asuntos Exteriores de Noruega(2001), "The Economics of Civil War", documento presentado en la Conferencia sobre Economía y Política de la Guerra Civil, Oslo, Noruega.
(2). FAO, "Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Diálogo entre las diversas partes interesadas" (10-13 de junio de 2002).
(3). Más de 4 millones de personas han perecido en conflictos violentos desde 1989, y 37 millones han tenido que desplazarse ya sea dentro de sus países o fuera de ellos como refugiados. Las minas terrestres causan más de 25 000 víctimas cada año, y obstaculizan la reconstrucción y el desarrollo (Banco Mundial, 2000).
(4). Los datos sobre el gasto militar y el comercio de armas fueron tomados de las siguientes fuentes: Conversion Survey 2001 (Centro Internacional de Conversión de Bonn); Annual Report 2001(Instituto Internacional para la investigación de la Paz en Estocolmo); The Militar Balance 2001/2002 (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos); Base de datos World Military Expediture and Arms (Organismo de Control de Armamento y Desarme de Estados Unidos).
(5). Ibíd., cita (4).