15/11/10

Tiempos de guerra (4ta Parte)

Los nuevos pedidos hechos en el comercio de armas crecieron escandalosamente en los últimos años. Irónicamente, los cinco primeros proveedores de armas son miembros permanentes del consejo de seguridad de la ONU.¿Puedes imaginar que habrá paz de esa manera?.

-Yo no siento nada de eso- me decía el otro día un joven universitario.

Tal vez no lo sientas porque vives en la ciudad. Estás acostumbrado a otro tipo de violencia, del cual si tienes conciencia. Andas con miedo, temes transitar por lugares oscuros cuando la noche llega. Hay barrios de tu propia ciudad adonde no tendrías el valor de ir, aun cuando fuera de día. Eso quiere decir que la violencia urbana, la otra guerra sin cuartel, está presente todos los días en la experiencia del hombre de la ciudad.

Si piensas que las guerras sólo están en los países de Medio Oriente o en las montañas de dificil acceso donde se esconden las guerrillas organizadas, estás completamente equivocado. Es verdad que en la más grande guerra de nuestros días, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de Salud, ya murieron 226 000 personas desde que comenzó la lucha. Los muertos durante la invasión a otro país llegaron a 11 405, incluyendo a militares, guerrilleros  civiles. Pero en un gran país del mundo, en una guerra silenciosa y callada, son asesinadas 48 000 personas por año como resultado de la delincuencia. El crimen organizado fue capaz de paralizar una megametrópoli y matar en un solo día a casi 20 policías que estaban de servicio. Y nadie diría que hay guerra en ese país. Sin embargo, la mafia del robo de cargas domina las rutas, el narcotráfico de drogas controla los barrios pobres, la mafia del tráfico de armas y el contrabando ejercen poder en las fronteras. Y todo esto genera pánico entre los ciudadanos. Sin embargo, el país no está en guerra.

Con un promedio de 500 secuestros relámpago por mes (más de 16 por día), otra gran metrópoli es una de las ciudades con mayor riesgo en el mundo. La industria del secuestro mueve, en esa ciudad, 70 millones de dólares por año, y la clase media se ve obligada a usar blindaje especial como si fuese un accesorio más del vehículo.

La misma situación se repite en otras grandes ciudades del planeta. Sólo el último año, 4.2 millones de personas fueron víctimas de la delincuencia en una ciudad. Cualquier otra metrópoli del mundo podría mostrar sus heridas abiertas y sus estadísticas crueles. Serían denunciadas de una realidad grotesca: la violencia diaria que se vive en las calles.

Las palabras de Jesús se están cumpliendo al pie de la letra. Guerras y rumores de guerras. Guerras fratricidas, locas y sin sentido. Guerras que nacen en las profundidades del corazón humano. El hombre y la mujer se esfuerzan por entender lo que sucede dentro de sí, pero no lo logran.

En 1984 dirigí una cruzada evangelizadora en el Estadio Nacional de Lima. Cuarenta mil personas llenaban el estadio todas las noches. Gente deseosa de escuchar las buenas nuevas del evangelio. Un mes después recibí la carta de un militante del movimiento guerrillero que llevó tanto dolor a mi pueblo. La carta decía: "Estuve en el Estadio Nacional, no porque me interesara lo que usted iba a hablar. Estuve allá cumpliendo una misión asignada por mi grupo. Estamos presentes en todos los lugares, con los ojos y los oídos abiertos. Aquel día fui al estadio cumpliendo mi rutina. Yo no soy malo. Soy simplemente un soñador. Sueño con un país libre, donde los niños nazcan con esperanza, y no condenados a una vida de explotación y miseria. Desgraciadamente, para construir ese país es necesario destruir la sociedad establecida. Yo pensaba que para eso había que pagar el precio, y el precio era el derramamiento de sangre de gente inocente. Pero aquella noche le oí hablar de Jesús. Descubrí que toda la sangre que era necesario que fuera derramada para construir una nueva sociedad ya había sido derramada en la cruz del Calvario. Pero ¿qué quiere usted que haga ahora con el recuerdo de mis crímenes? ¿Qué hago con las pesadillas que me consumen de noche? ¿Cómo saco de mi mente la imagen de gente inocente que suplica de rodillas que no la mate? ¿Adónde voy con mi dolor, con mi pasado, con el peso terrible de mi culpa?".

Este fue siempre el grito desesperado del corazón humano. ¿Qué hago? ¿Qué haré? ¿Adónde voy? En medio de ese torbellino de luchas y aflicciones, yo te invito a escuchar la voz mansa de Jesús: "La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo". En los tiempos de conflictos y guerras en que vivimos, no puede haber invitación más dulce.

¿Aceptarás la invitación?

La respuesta es sólo tuya.

14/11/10

Tiempos de guerra (3ra Parte)

Hace varias décadas el mundo fue estremecido por dos guerras de dimensiones gigantescas. Fueron llamadas Guerras Mundiales. Hasta entonces nada semejante había sucedido en la historia de la humanidad. Ambas guerras fueron devastadoras. La primera mató a 10 millones de personas y la segunda acabó con la vida de 55 millones de seres humanos. En aquella ocasión, en una transmisión radiofónica desde Hiroshima en 1945 después de lanzada la primera bomba atómica, William Ripley afirmó: "Estoy parado en el lugar donde empezó el fin del mundo". Sin embargo esas guerras no eran la señal del fin. Jesús lo había dicho: "Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin" (San Mateo 24:6,7).


El clima de guerra que vivimos en nuestros días no se limita a conflictos internacionales. Lo que mina la estructura intestina de los países hoy son las luchas internas. Las guerras internacionales están pasando a se la excepción. De los 56 conflictos armados importantes que se registraron en la década pasada, sólo 3 fueron conflictos entre un país y otro. Todos los demás fueron luchas internas; aun cuando en 14 de ellos intervinieron tropas extranjeras apoyando a uno u otro lado.(1)

Por otra parte, mientras que la primera mitad del siglo pasado estuvo dominada por guerras entre países ricos, la mayoría de los conflictos internos, contemporáneos, ocurre en los países más pobres del mundo. Naciones que luchan terriblemente contra el hambre, desperdician dinero y energía luchando entre hermanos.

Estudios realizados por especialistas muestran que existe relación entre los conflictos armados y el hambre mundial. Un problema lleva al otros. El planeta está siendo tragado por un tornado violento del cual nadie escapa. Las catástrofes naturales y las guerras de un lado, la amenaza de recesión financiera que lleva a millones de personas a la miseria y al hambre del otro, y en el medio el ser humano sin saber para dónde ir ni qué hacer. Este es el retrato del hombre del siglo XXI.(2)


En nuestros días hay muchos países que sufren conflictos internos así llamados guerrillas reivindicatorias. Estas luchas fratricidas desestructuran la vida de los habitantes de un país. En esas luchas sociales las personas más afectadas  son las menos culpables. Generalmente los conflictos internos se desarrollan en las zonas rurales, donde viene el humilde y desprotegido campesino.

Las guerrillas perturban las producción de alimentos y provocan el hambre, y todo debido a la destrucción material y el saqueo de cultivos, ganado, cosechas y reservas alimentarias de los campesinos. Por otro lado, los  movimientos revolucionarios constantes impiden trabajar, desaniman a los agricultores e interrumpen las vías de transporte a través de las cuales se vende la producción.

Los jóvenes son obligados a unirse a las guerrillas. Se apartan del sector productivo y abandonan los trabajos que generan ingresos. Como consecuencia, el hambre aumenta, incluso mucho tiempo después de que la violencia disminuye. ¿Qué se puede hacer en una tierra donde los bienes han sido destrozados, las personas han sido muertas y heridas, las poblaciones han emigrados para escapar del peligro y los daños al medio ambiente han sido irreparables?.(3)

Aun más terribles son las minas diseminadas por las tierras agrícolas, que matan y mutilan a las personas, y las desaniman de cultivar durante años y décadas.

Durante algún tiempo, después de la Segunda Guerra Mundial, se pensó que el mundo tendría paz. Habían disminuido los gastos en armas y las naciones soñaban con un mañana mejor. Durante esos años el gasto en armas disminuyó en un 37%, y todos creían que estábamos entrando a una era de concordia internacional.(4)


Pura ilusión. La profecía decía que las cosas irían de mal en pero: "... cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina..."(1Tesalonicenses 5:3); y así fue. El sueño acabó en 1988. A partir de ese año la compra de armas por parte de los países volvió a aumentar: el 2% en 1999 y el 3% en el año 2000. Hoy llega a la escandalosa cifra de 835 mil millones de euros por año; 15 veces más que el volumen de ayuda humanitaria internacional. Para colmo de males ese aumento fue más fuerte en las regiones supuestamente menos ricas. Son ellas las que más gastaron en compra de armas.(5)

(1). Secretario de Estado Sigrun Mogedal, Ministro de Asuntos Exteriores de Noruega(2001), "The Economics of Civil War", documento presentado en la Conferencia sobre Economía y Política de la Guerra Civil, Oslo, Noruega.

(2). FAO, "Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Diálogo entre las diversas partes interesadas" (10-13 de junio de 2002).

(3). Más de 4 millones de personas han perecido en conflictos violentos desde 1989, y 37 millones han tenido que desplazarse ya sea dentro de sus países o fuera de ellos como refugiados. Las minas terrestres causan más de 25 000 víctimas cada año, y obstaculizan la reconstrucción y el desarrollo (Banco Mundial, 2000).

(4). Los datos sobre el gasto militar y el comercio de armas fueron tomados de las siguientes fuentes: Conversion Survey 2001 (Centro Internacional de Conversión de Bonn); Annual Report 2001(Instituto Internacional para la investigación de la Paz en Estocolmo); The Militar Balance 2001/2002 (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos); Base de datos World Military Expediture and Arms (Organismo de Control de Armamento y Desarme de Estados Unidos).

(5). Ibíd., cita (4).