22/11/10

Un mundo sin Dios (5ta Parte)

La astróloga Margaret Hone, al tratar de explicar la astrología, declara: "La astrología es un sistema particular de interpretación de la relación que existe entre la acción planetaria y la experiencia humana". Desde el punto de vista de los astrólogos, las "influencias planetarias" determinan comportamientos o actitudes humanas. Es decir, ellos intentan darle fundamento científico a las especulaciones humanas, pero la astrología no es una ciencia como la astronomía. En realidad, por detrás de las interpretaciones astrológicas están los dioses de las mitologías antiguas. Los astrólogos atribuyen a los planetas características que tenían los dioses del politeísmo antiguo. Pero la cara que la astrología muestra a las personas es la cara de los astros y no la de los dioses. Y mucha gente va detrás de ella, creyendo que está corriendo detrás de la ciencia.


Hoy la astrología permea de una u otra forma todas las actividades del ser humano. Se desdobló en otras disciplinas esotéricas y místicas. Hay gente que cree que el destino del ser humano depende de los números, o de las piedras preciosas, o hasta de los colores. Multitudes corren tras esas ideologías en busca de solución para sus problemas.

Las estadísticas indican que el 95% de los estadounidenses cree en la astrología, los platillos voladores, los fantasmas, los cristales y otros tipos de supersticiones. Sólo en Estados Unidos existen más de diez mil astrólogos y gente dedicada a la cartomancia. Entre sus clientes se encuentra gente famosa. El interés en asuntos de esta naturaleza es tan grande que una organización, establecida por el fallecido gurú Maharishi Mahesh Yogui, ya ganó tres mil millones de dólares.

En los momentos en que escribo estas páginas, catorce adeptos de la Iglesia Ortodoxa Rusa Verdadera, que se encontraban en un refugio subterraneo hace cinco meses a la espera del fin del mundo, tuvieron que abandonar el lugar tras su hundimiento parcial. Ellos esperan el evento final de los siglos para el 8 de mayo de 2008, una fecha determinada a partir del estudio de las estrellas.

¿Quién está realmente por detrás de todo esto? Sin duda el mismo personaje que, según el relato bíblico, un día se presentó ante la primera mujer, Eva, y el hizo creer que había un poder especial en el fruto que le ofrecía. Tú y yo sabemos que en el fruto no había nada. El propósito de la serpiente no era que la mujer comiera del fruto prohibido sino que se apartase de su Creador y pusiere su atención en la cosa creada. El poder  de adivinación y encantamiento de cualquier disciplina esotérica viene de alguien cuyo único propósito es el engaño.

Con relación a este asunto la Palabra de Dios es categórica: "Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo de Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?"(Isaías 8:19).

El cristianismo debería ser el último bastión en defensa de los valores bíblicos, pero se entregó y dejó penetrar su doctrina con las teorías engañosas que nacieron en la mente diabólica. Esas doctrinas no tienen ningún fundamento bíblico.

Un ejemplo de eso es la creencia en la inmortalidad del alma. La Biblia es clara al afirmar que cuando el hombre muere acaba todo para él: "Porqué los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga, porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se haga debajo del sol."(Eclesiastés 9:5,6).

Un mundo sin Dios (4ta Parte)

Hace 80 años el astrólogo Llewellyn George hizo una declaración visionaria. En aquel tiempo no fue tomado en serio.

-Llegó la hora- dijo- en que las masas, como un todo, se interesen por la astrología.

En una época en que las personas vivían fascinadas por el nacimiento de la tecnología y los descubrimientos científicos, las palabras de este profesor de astrología parecieron no tener mucho sentido; pero hoy, cuando vemos a millones de seres humanos con la atención dirigida a los astros, nos damos cuenta de que él no estaba engañado.

¿Cuál es la razón que lleva a las personas a buscar su destino en la astrología? La profunda necesidad espiritual del alma, el vacío interior, la falta de un sentido para la vida, más allá de valores materiales. Puede el ser humano ser inconsciente de esa necesidad, pero ella está presente en todo lo que realiza. En esas circunstancias la astrología desempeña un papel encantador. Te muestra aparentes explicaciones de tu personalidad. Te aconseja  buscar dinero, amistad o amor, pero no te exige nada desde el punto de vista moral. Eso les gusta al hombre y mujer de nuestros dias. El mundo no está muy preocupado por las coordenadas morales. Las personas quieren decidir lo que es correcto o no sin interferencias ajenas. Los principios eternos de Dios no tienen importancia. La único que interesa son las informaciones que yo pueda administrar a mi voluntad. No acepto que nadie me diga lo que debo hacer.

Al principio esta actitud del hombre moderno puede parecer confortable, pero el hambre espiritual del ser humano continúa. Las religiones fallaron en responder las preguntas existenciales de la vida porque se apartaron del único Libro capaz de proveer respuestas satisfactorias. Usamos la Biblia, pero la acomodamos a nuestro antojo. Escogemos lo que se adecua a nuestra manera de ser y de pensar, pero nos resistimos a adecuar nuestra vida a las enseñanzas eternas de la Palabra de Dios.

La astrología aprovecha este vacío para marcar presencia. Lo aprovecha sin consistencia alguna. No pasa de una supuesta ciencia ligada al esoterismo. Se basa en una serie de creencias de los pueblos antiguos, quienes creían en la influencia de los astros en el destino de las personas. Esta práctica era utilizada por las élites sacerdotales y los magos de Persia. Los encantadores de aquellos tiempos realizaba diferentes previsiones, anunciando las épocas mejores para la siembra, la cosecha y otros tipos de actividades. Los reyes tenían sus astrólogos particulares, que les indicaban el tiempo oportuno para ir o dejar de ir a la guerra. Esta supuesta ciencia fue pasando de una generación a otra y en cada etapa fue adquiriendo mayor sofisticación, hasta llegar a nuestros días.