24/11/10

Un mundo sin Dios (7ma Parte)

Tarde o temprano, al sacar del escenario de su vida a Dios, el ser humano también termina por retirar de su vida los límites. "Que sea eterno mientras dure", se repite a sí mismo una y otra vez. Intenta justificar un estilo de vida cuyo propósito es apenas, agradar a los sentidos. Pero no lo logra. Se siente vacío, hueco, incompleto. Desea ser feliz a cualquier precio. Se esfuerza inútilmente por conseguirlo y yerra el blanco.

La Biblia llama "pecado" a esa frustración. En la Sagrada Escritura la palabra pecado proviene de la expresión griega hamartía. Literalmente quiere decir: "errar el blanco; apuntar a un objetivo y llegar a otro". Querer ser feliz y alcanzar la infelicidad. Fallar, perderse en el camino, confundir las cosas. Pero el hombre moderno insiste en ignorar el pecado. Ha decidido llamarlo "desequilibrio interior", "fragilidad humana", "desvío de conducta", "preferencia particular"; cualquier cosa, menos pecado. Como si el hecho de cambiarle el nombre fuera la solución.

Recuerdo el concurso que la profesora hizo en las escuela, pidiendo a los niños que diesen ideas para resolver el problema de la crisis energética.

-El combustible del mundo se está acabando- les dijo - y necesitamos sugerencias para impedir que eso ocurra.

Al dia siguiente los chicos vinieron con las ideas más jocosas y absurdas.

-Hay que colocar un perro al lado de cada conductor, para que ladre cada vez que corra mucho y así no gasta mucho combustible- dijo uno.

-Que ya no se venda más gasolina, entonces ya no se acaba- respondió otro.

Pero la respuesta más interesante fue la de Juancito:

-Vamos a cambiarle el nombre a la gasolina. Las personas comprarán otra cosa y la gasolina estará guardada-

Ese parece ser la solución que el hombre de nuestro tiempo cree haber hallado para las dificultades que enfrenta por haberse alejado de Dios. Si el ser humano salió un día de las  manos de Dios, sólo estará realizado y completo cuando se vuelva a su Creador. Pero el hombre niega esta realidad. Se olvida de que es un hijo de Dios y que debe vivir como tal.

Desde pequeño percibe un mundo distorsionado. Dios es algo sin mucha importancia. En la televisión ve programas cómicos en los que se ridiculiza las cosas espirituales. Entonces crece aceptando la vida secularizada como algo normal.

En 1987 se descubrió, en las selvas de Uganda, lo que la prensa llamó "el niño mono". Todo indicaba que ese niño había vivido con una tribu de monos por lo menos por cuatro o cinco años. El muchacho, de aparentemente 6 años de edad, fue llevado al hospital y después a un orfanato, donde saltaba y se movía en círculos como un mono. Se rehusaba a comer la comida que le ofrecían y mordía a todos los que se aproximaban a él.

Los estudiosos del comportamiento de este chico dijeron que si un niño vive con animales por más de cuatro o cinco años, es casi imposible que vuelva a tener un comportamiento normal. El cerebro recibe marcas que son indelebles para el resto de su vida.

Algo parecido le sucede al ser humano. Vive en un mundo lleno de racionalismo. Se olvidó de que salió de las manos de Dios. Percibe las consecuencias de vivir separado de su Creador. Ve a su familia hecha pedazos, a sus hijos esclavizados en el mundo de las drogas y de la promiscuidad. Su hogar está hecho escombros, sus ideales muertos, sus sueños hechos trizas. Es su realidad. Su triste y desesperada realidad. Realidad diaria, de cada hora, de cada minuto. Convive con ella, la carga dentro de sí, la lleva a todos lados, sufre, pierde las ganas de vivir, y entonces busca desesperadamente la solución, inventando soluciones pasajeras que hagan disminuir la intensidad del grito angustiado de su corazón.

¡Oh, corazón triste! ¿Por qué lloras en silencio el dolor que nadie ve? ¿Por qué corres, por qué huyes, por qué te escondes? En las horas más oscuras de tu vida, cuando el dolor te quita las ganas de vivir, cuando buscas respuestas dentro de ti y no la hallas, ¿por qué no vuelves los ojos a tu Creador?


Hace más de dos mil años el Señor Jesús, contemplando el panorama espiritual de nuestros días, se preguntó: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"( San Lucas 18:8). Lo que estaba queriendo decir es si los hombres todavía se acordarían de que él los amaba y los esperaba con los brazos abiertos . ¿Se acordarían?

La respuestas es sólo tuya.

Un mundo sin Dios (6ta Parte)

Si los muertos "nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol", ¿cómo puede volver el espíritu de un muerto? ¿Cómo alguien puede hablar con él? El rey Salomón, por inspiración de Dios, continúa diciendo: "Todo lo que te viene a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol [sepulcro], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría"(Eclesiastés 9:10).

Si en el sepulcro, que significa muerte, no hay lugar para nada más, ¿cómo alguien puede reencarnarse en otras formas de vida? ¿De dónde sale esa idea? Evidentemente, de un poder engañador, el diablo, tal como lo revela la Biblia. Lo que él quiere es confundir el ser humano. Nota que, en los últimos tiempos, todo falso Cristo afirma ser la reencarnación de Jesús. ¿No te parece curioso? ¿Crees que es pura coincidencia? ¿O existe un plan maestro por detrás de esas extrañas apariciones?.

El asunto es serio. El cristiano debería tomar como única regla de fe y doctrina a la Palabra de Dios. Nadie debe  aceptar pacíficamente enseñanzas espurias(falsas). Confiar en la autoridad de una iglesia y en la fuerza de la tradición puede ser fatal cuando están en juego asuntos espirituales.


Si los cristianos dejan de lado la Palabra de Dios y confían en doctrinas humanas, deterioran su fe. El resultado es la secularización del cristianismo. La palabra "secular" tiene su origen en el vocablo latino secularis.Significa algo que está relacionado con el presente estado de cosas, con la cultura actual, con los valores de hoy. El hombre de nuestro tiempo vive influenciado terriblemente por las experiencias científicas y tecnológicas. Estas resaltan la importancia de la materia y desembocadura en filosofías materialistas. Los cristianos no están ajenos a esa influencia, se contagian y dan origen al cristianismo secularizado.

El cristiano secularizado cree en Dios, pero Dios no pasa de ser un simple nombre; un detalle, una especie de amuleto que sirve en las horas apremiantes. Pasado el peligro, no existe más compromiso con él. La persona vive como si Dios no existiera.

La única diferencia entre el pagano y el cristiano secularizado es que este último asiste de vez en cuando a la iglesia. Es, digámoslo, miembro de un club religioso. No va a la iglesia para adorar a Dios sino para observar los cultos, con la mente típica del consumidor. Si le agrada el producto, vuelve; y si no, critica y se va a buscar otra iglesia que satisfaga sus expectativas. Después de todo, él "paga" con sus ofrendas y tiene el derecho a recibir, en cambio, un producto de primera.


Los líderes, a su vez, no saben qué "producto novedoso" presentar para atraer la atención de los "espectadores". En un mundo lleno de competitividad se esfuerzan para realizar el mejor show. Rebajan el patrón de los principios bíblicos y dicen que Dios sólo ofrece amor. En opinión de estos líderes la gracia maravillosa de Cristo cubre cualquier deficiencia humana, incluso la vida de alguien que no reconoce su pecado ni quiere abandonarlo.

San Pablo habló del triste  resultado de esta actitud humana: "Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen"(Romanos 1:28).

¿Qué cosas son esas "que no convienen"? Escribiendo al discípulo Timoteo, San Pablo completa su pensamiento: "También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismo, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de los bueno, traidores, impetuosos, infatuadores, amadores de los deleites más que de Dios"(2 Timoteo 3:1-4).