29/11/10

La sublevación de la naturaleza(2da parte)

El 8 de octubre de ese mismo año, otro terremoto de proporciones gigantescas sacudiría Pakistán y la India, provocando miles de muertes, decenas de miles de heridos y millones de personas desamparadas.



Algunos días después el huracán Stan mataría a más de 70 mil personas en Guatemala y en el sur de México, y el volcán Yamatec, en el Salvador, entraría en erupción causando varias muertes. Fueron evacuadas, por lo menos 7 500 familias.

De acuerdo con el Centro de Investigación Epidemiológica de Desastres (CRED), unaorganismo colaborador de la Organización Mundial de Salud, sólo de enero a octubre del año 2005 casi 100 mil personas habían muerto en todo el mundo por desastres naturales. Desde Bélgica, el CRED controla un archivo de datos sobre desastres en el ámbito mundial. De acuerdo con esta entidad, el número de desastres naturales registrando ha aumentado notablemente a partir de 1900.

El año 2005 podría haber pasado a la historia como el año de mayor número de catástrofes naturales. No fue así. El 2006 registró más protestas salvajes de la naturaleza. Para completar el escenario sombrío, Markku Niskala, secretario general de la Cruz Roja Internacional, declaró hace poco que en 2007 hubo un aumento de catástrofes del 20% sobre 2006. Se alcanzó la escandalosa cifra de 500 cataclismos naturales en el mundo entero. En la actualidad se calcula en 250 millones el número de personas afectadas por desastres naturales cada 10 años. En la mitad de los casos el elemento de destrucción es el agua.

El agua es vida. Si hay poca, la vida se extingue. Si hay demasiada, trae la muerte consigo. Esto es lo que sucede en algunas partes del mundo donde las inundaciones no dan tregua. La peor de ellas fue la del Río Amarillo, en la China. Mató cerca de cuatro millones de personas. Según el IPCC, "es probable que los episodios metereológicos extremos aumenten en frecuencia y fuerza durante el siglo XXI como resultado de los cambios del clima".

Ante esta macabra realidad, la humanidad se pregunta angustiada: ¿Qué sucede con nuestro planeta?  ¿Enloqueció? ¿Cuándo va a parar todo esto? Las respuestas son más macabras aún. Muchos religiosos salen pregonando la ira divina y la destrucción del mundo. Los astrólogos culpan a los astros. Y la comunidad científica atribuye la causa al calentamiento global provocado por el maltrato que el propio ser humano le inflige a la Tierra.

"Calentamiento global" es una expresión relativamente nueva. Se usa para explicar el aumento de temperatura de la Tierra. Está probado científicamente que la Tierra se ha venido calentando en la últimas décadas. Específicamente, el proceso se inicia desde que comenzó la llamada Revolución Industrial y se pasó a dar más importancia a la producción que a la calidad de vida del ser humano.

Los gases tóxicos, que los especialistas llaman "efecto invernadero", provenientes de las fábricas, los vehículos, incendios de la floresta y tantas otras actividades industriales y humanas, han ido destruyendo la capa protectora de ozono, al punto de permitir que los rayos del Sol lleguen a la Tierra con mayor intensidad. En consecuencia, la temperatura de la Tierra aumenta. Al suceder esto, los glaciares se descongelan y el nivel del mar sube.

27/11/10

La sublevación de la naturaleza(1era parte)

"Entonces habrá señales en el sol, en luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y las expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas" (San Lucas 21:25,26).

Isamael Gumuda llora su tragedia. Lamenta estar vivo. Preferiría estar muerto y no sentir nada. Llora el recuerdo del hermano ausente. Recuerda y llora con apenas 11 años. Las imágenes no se borran de su mente. De día las ve a toda hora. En las noches vuelven en forma de pesadillas. No olvida. No puede olvidar el día en que la gigantesca ola le arrancó de los brazos a su hermanito de 7 años.

Estaban en la escuela ensayando una obra para la próxima celebración del Año Nuevo, cuando oyeron el estruendo terrible de mil truenos. Ese ruido marcaría su vida para siempre. "Dimos media vuelta y vimos que una ola gigante, más alta que el edificio de la escuela, se nos venía encima -dice enjuagando las lagrimas-. Yo sujeté firmemente a mi hermano, pero la ola nos separó. No pude hacer nada para ayudarlo. Él me miraba aterrorizado, queriendo que lo ayudara, pero no pude; el agua tenía mas fuerza que yo. Sobreviví solamente porque la ola me llevó hasta el pie de la montaña, mientras que mi hermano desapareció tragado por el mar. Lo echo mucho de menos y oro por él", afirma Isamael.

Los maestros de la escuela donde él estudia han notado que Isamael no es el mismo desde el impacto del tsunami. Ha perdido peso, y se lo ve triste y callado. Isamael es uno de los estudiantes de la escuela Ban Talaynork que participa del programa de rehabilitación psicológica auspiciado por UNICEF en Tailandia.


Este relato dramático es parte de la tragedia que despertó a la humanidad a una realidad aterradora: la vida no vale nada cuando la naturaleza enloquece. La  madrugada del 26 de diciembre de 2004 permanecerá en el recuerdo de los mortales para siempre. Pasarán los años, y continuaremos aturdidos, desconcertados y perplejos.

Hasta ese día muchas personas no habían oido hablar de los tsunamis, aunque existían. De repente, ahora todo el mundo tuvo conciencia de una realidad que asusta. ¿Qué nombre se le podría dar al poder destructor de una naturaleza enloquecida que en fracción de segundos removió islas, hizo desaparecer ciudades enteras y devoró a casi doscientas mil vidas?¿Adónde podría correr el hombre para protegerse de una fuerza equivalente a la explosión de un millón de bombas atómicas, como la que destruyó Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial?.

Aquella madrugada de horror, el planeta fue estremecido en sus mismo fundamentos. La humanidad, golpeada en lo amargo de su conciencia. El sacudón asesino, de 9 grados en la escala de Richter, empezó en el extremo norte de Indonesia y pasó por Tailandia, la India, Bangladesh y Sri Lanka. Atravesó 6 500 kilómetros, mató a cientos de personas en la costa oriental del África y siguió miles de kilómetros más, hasta sacudir amenazadoramente los mares de la República de Chile.

La resaca de la Navidad de ese diciembre trágico tuvo gusto a sangre y muerte. El hombre entendió, de manera trágica, cuán pequeño es delante de la furia de la naturaleza.

El horror experimentado por el mundo cuando agonizaba 2004 era apenas el preámbulo de un 2005 lleno de catástrofes naturales. Semanas después del tsunami de Indonesia, una serie de huracanes causaría inundaciones y muertes en América Central y en Estados Unidos. El huracán Katrina, con nombre de mujer y furia de mil demonios, pasaría a la historia como impiadoso asesino. Sembró pánico y destrucción, provocó daños irreparables y sumergió durante semanas a la ciudad estadounidense de Nueva Orleans. El encanto francés de la bella ciudad de los blues y del jazz quedaría embarrada por una lama fétida con olor a muerte.