Es la madrugada de un jueves de junio, Sirlei, una empleada doméstica pobre y luchadora, que vive con un sueldo de sólo 200 dólares mensuales, espera el ómnibus que la llevará a un puesto médico. Necesita llegar temprano para encontrar un lugar en la fila. Mira el reloj varias veces, con impaciencia. El ómnibus demora. A pocos metros de distancia las olas del mar revientan ruidosamente, como si anunciasen una tragedia. Sirlei piensa en el hijo pequeño, de 3 años, que quedó en casa. Él es la razón de todos sus esfuerzos.
Repentinamente, sus pensamientos son interrumpidos con violencia. Un golpe seco en la nuca la derriba. Después siente un puntapié en el rostro. Instintivamente trata de protegerse con los brazos. Es inútil. Una lluvia de golpes y puntapiés viene de todos lados. Su instinto de madre la lleva a pensar en el hijo. No entiende lo que está pasando. Nadie podría. Hasta hoy la sociedad se esfuerza para entender por qué cinco jóvenes universitarios, de clase media, sentían placer en masacrar a una mujer indefensa.
La policía los prendió cinco días después. Los padres de los delincuentes argumentaron que ellos sólo querían divertirse. Sirlei no fue asesinada porque una prostituta, que andaba a esas horas de la madrugada, empezó a gritar pidiendo socorro.
¿Por qué el hombre no es feliz? ¿Qué le falta? ¿Qué es lo que tanto busca y no encuentra? El ser humano de nuestro tiempo es un ser permanentemente desesperado. Puede negarlo, argumentar, discutir, gritar a pulmón lleno que no lo es, pero es un ser insatisfecho. Nada de los que consigue es suficiente. Entonces se extravía en la maraña de sus deseos, cae en el caos, se hunde en la arena movediza de sus desvaríos y sufre.
El uso desmedido de drogas es pavoroso. Cada año se gastan en el mundo 150 mil millones de dólares en el consumo de drogas. Se trata de una de las industrias más rentables después de la del petróleo. Si a esto le añades que se gastan 204 mil millones en tabaco y 252 mil millones en alcohol, te darás cuenta de la completa inversión de valores de nuestra sociedad.
Se cree en la "necesidad" de estudiar la legalización de las drogas con el fin de revertir radicalmente el cuadro presente de corrupción policial, y otros crímenes asociados al tráfico y el consumo de drogas.