Conocí a Andrés en una de las ciudades más violentas del mundo. Tenía fama de malo. Había pasado varios años en la prisión pagando sus crímenes. Fue en la cárcel que se encontró con el Señor Jesucristo. Una noche helada de invierno, Andrés agonizaba. Temblaba de frío, casi congelado, esperando la muerte. Fue en esas condiciones que me oyó a través de la radio de un compañero de celda. Esa noche el Espíritu de Dios tocó su corazón. Había oído muchas veces hablar de Jesús, pero creía que la religión era cosa de personas débiles. Él siempre se había considerado valiente. Armado hasta los dientes había llevado dolor a mucha gente. Era malo y cruel. Había elegido el camino del crimen cuando era apenas una adolescente y culpaba a la sociedad por no haberle dado otro camino para escoger.
Aquella noche moriría a los pocos minutos, y la muerte lo asustó. En la casi penumbra de su agonía entendió que Dios lo amaba y quería darle un nuevo corazón. Suplicó. Clamó a Jesús por una segunda oportunidad y se adormeció.
A la mañana siguiente vio entrar el sol por la ventana. Se encontraba en la enfermería de la prisión. Los rayos del sol eran insistentes a pesar de la fuerte neblina.
Yo estaba vivo, me dijo, sin poder esconder la emoción; yo no había muerto. Dios me estaba dando una segunda oportunidad.
Ya pasaron 30 años desde aquella noche fría en la celda helada de una prisión. Andrés es hoy un testimonio vivo del poder transformador de Cristo. Está libre y realiza un trabajo extraordinario junto a una ONG que recupera a niños delincuentes.
El Cristo maravilloso que llegó a la vida de Andrés, en la hora de la agonía, puede entrar en tu corazón si le permites. Lee lo que Jesús te dice: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar"(San Mateo 11:28).
La vida sin Cristo es una vida agobiante. El cansancio del espíritu, que las personas llaman depresión, se ha convertido en la enfermedad que destruye muchas vidas sin matarlas. En los últimos tiempos le hemos dado un nombre más sofisticado, pero sigue siendo la falta de sentido de las cosas, el cansancio de estar vivo. Y ahora viene Jesús y te dice: "Ven a mí". El Señor Jesús te habla de descanso y de paz. ¿No es eso lo que tanto deseas?.
La respuesta es solo tuya.