Sucedió hace muchos años. Mi pequeño hijo de 6 años se había perdido en el centro de una ciudad de más de dos millones de habitantes. Mi esposa y yo corríamos desesperados de un lugar a otro tratando de encontrarlo. Acabábamos de llegar al Brasil y no podíamos comunicarnos bien en portugués. Llorábamos desesperados. ¿Qué hacer? ¿Adónde ir? El niño había desaparecido por completo. Hallarlo en medio de tanta gente sería como encontrar una aguja en un pajar.
Al ver nuestra desesperación, un guardia nos dijo:
La policía ya está buscando a su niño. Si él está todavía en el centro, lo vamos a encontrar cuando el comercio cierre.
Así fue. A las seis de la tarde la cantidad de personas empezó a disminuir en el agitado centro. Las tiendas cerraron sus puertas. Los empleados retornaron a sus casas después de una larga jornada, las calles empezaron a quedarse solitarias, las sombras de la noche comenzaron a envolver a la ciudad con una sábana negra. Soplaba un viento frío de junio.
Continuamos buscándolo, angustiados, y para alegría nuestra la encontramos. Estaba allí, sentado sobre un cajón abandonado, jugando con una piedra, ajeno al sufrimiento de los padres. Allí estaba en su inocencia, seguro. Lo abrazamos emocionados y lo cubrimos de besos. Más tarde, en casa, le pregunté:
¿No estabas de miedo?
¿Miedo? ¿Por qué?, me preguntó con ingenuidad.
Cuando los niños se pierden sienten miedo, le dije.
Abrió los ojos sorprendido y me aseguró con firmeza: Yo no estaba perdido, sólo te estaba esperando. Tú ¿no me ibas a buscar?.
Mira a tu alrededor, ¿Ves la noche oscura de los desastres naturales? Hay frío y sombras. Terremotos, huracanes y tempestades que llenan de pavor. Los pronósticos de la ciencia son aterradores. En medio a toda esta expectativa de presagios tenebrosos, yo quisiera que sepas que Jesús ya viene a buscarte. Tú no estás perdido. Hay esperanza. La aurora del día eterno ya despunta. Mientras el día amanece, lee la promesa que Dios te hace: "Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti"(Isaías 43:2).
La respuesta es solo tuya.