10/12/10

Una generación erotizada (1era parte)

"Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío" (Romanos 1:26,27).

Domingo en Amsterdam. El sol se dibuja como una bola de fuego, esplendoroso, en el azul infinito del cielo. Tulipanes coloridos matizan los jardines y adornan la fiesta. Mucha gente, gente alegre y animada. En el centro, con las manos entrelazadas e intercambiando caricias, la pareja relata a lo periodistas detalles de su reciente boda. Los nuevos esposos declaran que tienen planes de adoptar un bebé. De vez en cuando dirigen miradas apasionadas y se sonríen. Las cámaras de la prensa internacional registran todo y envían la noticia por satélite el mundo entero.

El inusitado hecho sería algo común. No tendría ningún valor periodístico si el foco de las atenciones no fuese una pareja fuera de los patrones normales: dos hombres que acaban de salir de la iglesia después de recibir la "bendición nupcial".

El hecho sucedió en Holanda en el año 2001. Más tarde se repetiría en Bélgica, Canadá y también en Massachusetts(Estados Unidos). Al principio en muchos países se levantaron protestas  en defensa de la familia, la moral y las buenas costumbres. Incontables personas pensaron que había llegado el fin del mundo. Hoy, pocos años después de lo que al principio se consideró un escándalo y llamó la atención de la prensa internacional, se reconoce legalmente la unión civil de parejas homosexuales en la Argentina, Dinamarca, Alemania, Francia y Portugal. Y como sucede en todos los aspectos de la actividad humana, la moda se transformó en costumbre, y la costumbre llegó a ser parte de la cultura.


El último desfile de homosexuales y lesbianas en el Brasil llevó a dos millones y medio de personas a las calles. La ciudad de San Pablo nunca había visto una movilización tan grande de personas. Parecía un carnaval alegre y colorido, con carros alegóricos y pancartas reivindicatorias. Lo mismo sucede todos los años en otras capitales del mundo. Los homosexuales y las lesbianas, que antes se escondían, hoy no tienen ningún reparo en salir a las calles a protestar y reclamar derechos. Es justo que lo hagan, ellos tienen derechos, como todo ser humano. Este no es el asunto en cuestión. Lo que llama la atención es la forma dramática en que se cumple la profecía bíblica. El Señor Jesús había dicho que en los últimos tiempos este tipo de comportamiento sería parte de la cultura del pueblo.

Si el asunto se limitara a gente que no tiene nada que ver con el cristianismo, sería fácil de entender. A fin de cuentas, una persona que no cree en el Dios judeocristiano no tiene referencias bíblicas de conducta.

8/12/10

Una sociedad sin corazón (6ta parte)

Conocí a Andrés en una de las ciudades más violentas del mundo. Tenía fama de malo. Había pasado varios años en la prisión pagando sus crímenes. Fue en la cárcel que se encontró con el Señor Jesucristo. Una noche helada de invierno, Andrés agonizaba. Temblaba de frío, casi congelado, esperando la muerte. Fue en esas condiciones que me oyó a través de la radio de un compañero de celda. Esa noche el Espíritu de Dios tocó su corazón. Había oído muchas veces hablar de Jesús, pero creía que la religión era cosa de personas débiles. Él siempre se había considerado valiente. Armado hasta los dientes había llevado dolor a mucha gente. Era malo y cruel. Había elegido el camino del crimen cuando era apenas una adolescente y culpaba a la sociedad por no haberle dado otro camino para escoger.

Aquella noche moriría a los pocos minutos, y la muerte lo asustó. En la casi penumbra de su agonía entendió que Dios lo amaba y quería darle un nuevo corazón. Suplicó. Clamó a Jesús por una segunda oportunidad y se adormeció.


A la mañana siguiente vio entrar el sol por la ventana. Se encontraba en la enfermería de la prisión. Los rayos del sol eran insistentes a pesar de la fuerte neblina.

Yo estaba vivo, me dijo, sin poder esconder la emoción; yo no había muerto. Dios me estaba dando una segunda oportunidad.

Ya pasaron 30 años desde aquella noche fría en la celda helada de una prisión. Andrés es hoy un testimonio vivo del poder transformador de Cristo. Está libre y realiza un trabajo extraordinario junto a una ONG que recupera a niños delincuentes.

El Cristo maravilloso que llegó a la vida de Andrés, en la hora de la agonía, puede entrar en tu corazón si le permites. Lee lo que Jesús te dice: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar"(San Mateo 11:28).

La vida sin Cristo es una vida agobiante. El cansancio del espíritu, que las personas llaman depresión, se ha convertido en la enfermedad que destruye muchas vidas sin matarlas. En los últimos tiempos le hemos dado un nombre más sofisticado, pero sigue siendo la falta de sentido de las cosas, el cansancio de estar vivo. Y ahora viene Jesús y te dice: "Ven a mí". El Señor Jesús te habla de descanso y de paz. ¿No es eso lo que tanto deseas?.

La respuesta es solo tuya.