"Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío" (Romanos 1:26,27).
Domingo en Amsterdam. El sol se dibuja como una bola de fuego, esplendoroso, en el azul infinito del cielo. Tulipanes coloridos matizan los jardines y adornan la fiesta. Mucha gente, gente alegre y animada. En el centro, con las manos entrelazadas e intercambiando caricias, la pareja relata a lo periodistas detalles de su reciente boda. Los nuevos esposos declaran que tienen planes de adoptar un bebé. De vez en cuando dirigen miradas apasionadas y se sonríen. Las cámaras de la prensa internacional registran todo y envían la noticia por satélite el mundo entero.
El inusitado hecho sería algo común. No tendría ningún valor periodístico si el foco de las atenciones no fuese una pareja fuera de los patrones normales: dos hombres que acaban de salir de la iglesia después de recibir la "bendición nupcial".
El hecho sucedió en Holanda en el año 2001. Más tarde se repetiría en Bélgica, Canadá y también en Massachusetts(Estados Unidos). Al principio en muchos países se levantaron protestas en defensa de la familia, la moral y las buenas costumbres. Incontables personas pensaron que había llegado el fin del mundo. Hoy, pocos años después de lo que al principio se consideró un escándalo y llamó la atención de la prensa internacional, se reconoce legalmente la unión civil de parejas homosexuales en la Argentina, Dinamarca, Alemania, Francia y Portugal. Y como sucede en todos los aspectos de la actividad humana, la moda se transformó en costumbre, y la costumbre llegó a ser parte de la cultura.
El último desfile de homosexuales y lesbianas en el Brasil llevó a dos millones y medio de personas a las calles. La ciudad de San Pablo nunca había visto una movilización tan grande de personas. Parecía un carnaval alegre y colorido, con carros alegóricos y pancartas reivindicatorias. Lo mismo sucede todos los años en otras capitales del mundo. Los homosexuales y las lesbianas, que antes se escondían, hoy no tienen ningún reparo en salir a las calles a protestar y reclamar derechos. Es justo que lo hagan, ellos tienen derechos, como todo ser humano. Este no es el asunto en cuestión. Lo que llama la atención es la forma dramática en que se cumple la profecía bíblica. El Señor Jesús había dicho que en los últimos tiempos este tipo de comportamiento sería parte de la cultura del pueblo.
Si el asunto se limitara a gente que no tiene nada que ver con el cristianismo, sería fácil de entender. A fin de cuentas, una persona que no cree en el Dios judeocristiano no tiene referencias bíblicas de conducta.
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