"¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.... He aquí clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros..." (Santiago 5:1,4).
La ciudad de San Pablo se mostraba esplendorosa aquella noche. Parecía una dama vestida para una ocasión especial. Infinidad de luces adornaban su silueta. Le daban la apariencia de un pequeño universo infestado de luciérnagas. Desde la terraza del Edificio Italia, la visión de la ciudad era fascinante y encantadora.
Ingresé en el restaurante y miré hacia todos los lados. El recepcionista, un rubio alto y de modales artificiales, me preguntó como si me conociera:
¿Señor Bullón? Asentí con una sonrisa y me condujo haca una mesa discreta en el fondo. La persona que buscaba estaba allí, esperándome. Se levantó, nos saludamos y después de una corta conversación trivial, fue al punto.
- Usted sabe que tengo dinero- dijo, dueño de la situación. Puedo comprar lo que se me antoje, viajar a cualquier lugar del mundo, realizar el sueño que desee; pero, cuando llega la noche, no logro dormir. Siento como si estuviera en deuda con alguien. Hay noches que paso las horas despierto hasta el amanece. Dígame qué me falta, pero por favor no me pida que me vuelva miembro de su iglesia ni me hable de Jesús.
Me sorprendió la postura existencial de ese gigante de los negocios. Estaba allí, delante de mí, desprotegido, casi suplicando ayuda, pero no quería que le hablara de Jesús.
- Usted sabe que yo soy un ministro religioso - le afirmé. Sí respondió, pero los ministros ¿no pueden hablar de otra cosa que no sea de religión?.
- Claro que podemos - le dije, yo podría hablarle de la bolsa de valores o del cambio actual del dolar, podría conversar con usted de deportes, o acerca de la cultura de los países que visité, pero usted me acaba de hacer una pregunta específica. Quiere saber lo que le falta, y con toda seguridad no le falta acciones en la Bolsa de valores, ni dólares, ni cultura. Lo que le falta es un sentido espiritual para su vida, pero usted no quiere que le hable de Jesús. ¿Qué puedo hacer? Si le dijera que la solución para su problema está en la India y que le va a costar un millón de dólares, creo que usted no vacilaría un minuto en pedir que le preparen su propio avión, con su propio piloto, con el fin de viajar inmediatamente en busca de la ansiada solución. ¿Estoy equivocado?.
El hombre parpadeó varias veces, tomó un poco de agua y no supo qué decir. Era consciente del vacío que sentía. Algo andaba mal en su vida. Al inicio de su carrera, joven todavía, lleno de sueños y ambiciones, creía que necesitaba dinero para ser feliz. Concentró todos sus esfuerzos en conseguirlo,y había alcanzado su objetivo. Era millonario y debía estar satisfecho, pero no lo estaba; se sentía angustiado y no podía identificar la causa. Buscaba ayuda, pero no quería saber nada de Dios.
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