"También debes saber esto,que en los postreros días vendrán tiempos peligroso. Porque habrá hombres ... desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables ...." (2 Timoteo 3:1-3). "Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará" (San Mateo 24:12).
Escena uno. Medianoche, la pareja descansa ajena a cualquier peligro. Una muchacha entra en el cuarto en puntas de pies para no hacer ruido. Comprueba que los dueños de casa duermen, apaga el sistema de alarma y prende la luz del corredor externo para facilitar la entrada de otros dos jóvenes; mientras ellos llegan, la joven busca guantes de plástico y medias femeninas para protegerse las manos y los rostros. Minutos después ingresan en el dormitorio y matan a palazos al hombre y a su esposa. Los que golpean a la pareja son los varones. La chica observa todo sin mostrar la mas mínima emoción. Una vez concretado el crimen, ella y uno de los muchachos, que es su novio, van a un motel para forjar una coartada.
A las tres de la mañana, la hija mayor de la pareja asesinada dirige su automóvil a alta velocidad. Ha estado en la calle y antes de volver a su casa, busca a su hermano menor, que se encuentra en un local de juegos electrónicos. Al llegar se topan con la escena de horror y sangre. Los padres han sido asesinados con crueldad y violencia. La hija se desespera y maldice a las personas que fueron capaces de realizar semejante acto. Al día siguiente, en el cementerio, llora desconsoladamente y casi se desmaya.
Unos días después la policia descubre a los asesinos. Quién ideó el siniestro plan es la propia hija de la pareja. Si, es la niña que, en el cementerio, lloraba desamparada el día del entierro de los padres.
¿Episodio de alguna película de terror? No. Realidad pura. Aconteció en una gran ciudad y la noticia dio la vuelta al mundo. ¿Qué sucedió en la mente de una muchacha de 18 años para cometer un acto tan horrendo? Nadie lo puede explicar. Sin embargo las Sagradas Escrituras dice que en los días finales habría personas "desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables". ( 2 Timoteo 3:2,3).
Escena dos. Mientras el mundo entero despierta de la pesadilla y vuelve sus ojos solidarios hacia los pueblos afectado por el tsunami devastador de 2004, la policía descubre a un grupo organizado que buscaba niños huérfanos con el fin de prostituirlos o sacarles los órganos para venderlos. La opinión pública siente nauseas. Hienas humanas aprovechaban el dolor ajeno para beneficiarse. ¿Puede alguien perder la última pizca de conmiseración? Los hechos, transformados en noticias, dicen que sí.
Mientras almuerzo con un amigo comentamos lo ocurrido. Con los ojos llenos de emoción, casi instintivamente, me dice:
Yo mataría a esos salvajes; son animales, no merecen vivir.
Al instante se ruboriza avergonzado y pide disculpas: Perdón, me olvidé que soy cristiano; no podría nunca pensar de esa forma.
Sin darse cuenta él está cumpliendo otra profecía para los últimos tiempos. Jesús ya lo había dicho: "Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará"(Mateo 24:12).
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