Existe un lapso de cerca de 70 años entre los libros de Jeremías e Isaías. Durante la época de Isaías, Asiria destruyó a Israel, la nación de diez tribus. Pero a medida que los años pasaban, el imperio asirio se debilitó considerablemente y gradualmente Babilonia ganó supremacía.
Jeremías nació cerca de 75 años después de que los asirios derrotaron al Reino del Norte de Israel. El profetizó durante la última parte de la historia del reinado de Judá. El ministerio de Jeremías continúa a través de los reinados de Josías, Joacim, Joaquín, Sedequías y Gedalías. Durante este tiempo los babilonios derrotaron dos grandes imperios, Asiria y Egipto.
El profeta Jeremías clamó a la nación de Judá por el arrepentimiento de sus pecados y para servir al Señor, pero el pueblo lo rechazó. Finalmente Nabucodonosor, el rey de Babilonia, atacó a Jerusalén, tal como lo había profetizado el profeta.
Después de ser sitiada por 18 meses, la ciudad fue derrotada, las paredes y el Templo destruidos y mucha gente fue llevada cautiva a Babilonia.
Nabucodonosor dejó a Jeremías y a la gente pobre en Jerusalén y nombró a Gedalías como el gobernador títere judío en Jerusalén. Después de sólo dos meses Gedalías como el gobernador títere judío en Jerusalén. Después de sólo dos meses Gedalías fue asesinado. Por temor a la reacción de Nabucodonosor, los pocos que quedaban en Judá se escaparon a Egipto llevando a Jeremías como rehen.
El último registro que tenemos del anciano profeta Jeremías, es cuando estaba predicando contra las mujeres judías que adoraban a "la reina del cielo" (44:15-30).
Aunque Jeremías vivió para ver su profecía cumplida contra Israel, también profetizó que Babilonia se hundiría para nunca más levantarse (51:64), y que el pueblo de Judá volvería y que la nación sería restaurada.