12/11/10

Una pregunta fundamental. (1era Parte)

Sacado de "Señales de Esperanza":

"Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida y del fin del siglo?" (San Mateo 24:3).

Se aproxima el momento supremo. La hora crucial en que el amor y el dolor se abrazarán. El instante del sacrificio mayor, de la entrega infinita. El Rey de reyes y Señor de los señores, Creador del universo y Dueño absoluto de los cielos y la Tierra, descenderá a los niveles más profundos de la humillación. Será clavado como un paria en una cruz reservada para los peores delincuentes. Pagará, así, el precio de la redención humana. Lo pagará con su sangre. Rescatará al hombre del poder de la muerte. Lo traerá a la dimensión de la vida.

La cuenta regresiva de la misericordia ha empezado. Una densa nube de tristeza y dolor se mueve entre ellos como presagio de muerte. Ellos no lo perciben. Tal vez los discípulos sean demasiado humanos para entender las cosas del espíritu. El Maestro sí es consciente de la solemnidad del momento. En pocas horas la angustia y la soledad se apoderarán de ellos, y él no quiere que sufran. Los ama con un amor incomprendido e infinito. Los está amando hasta la muerte.

El relato bíblico dice: "Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo". Marcos relata que uno de sus discípulos le dijo: "Maestro, mira qué piedras, y que edificios". ¿Te das cuenta? El dolor está cercano, la hora crucial se aproxima, el destino eterno de la humanidad se decidirá en pocas horas, y los discípulos preocupados sólo por lo material. el Templo.

Al ser humano le fascina el brillo de las cosas que puede tocar, y sin duda el Templo, con sus enormes bloques de mármol, con el oro de sus detalles interiores y con sus columnas gigantescas, es esplendoroso, impresionante. Agradable de ser visto, admirado y tocado.

Veintiún siglos han pasado y los seres humanos continuamos fascinados por lo que captan nuestros sentidos físicos. Tenemos dificultad para entender la dimensión espiritual de la vida. Nos aproximamos al momento glorioso de la Tierra, pero somos incapaces de percibir la importancia del tiempo en que vivimos. La proximidad del evento glorioso de los siglos parece perderse en la penumbra de nuestra humanidad. No la vemos. Toda nuestra atención se concentra en las cosas que podemos contemplar con los ojos físicos: guerras, violencia, terremotos, huracanes, el calentamiento global, los flagelos sociales,  las injusticias. Nada más. Ignoramos la esencia de lo que sucede. Buscamos soluciones pasajeras y humanas para las tinieblas que se apoderan del planeta. Desconocemos que, en pocas horas, despuntará el sol de un día eterno.


En aquella ocasión la respuesta de Jesús a sus discípulos los deja perplejos: "De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada". El Maestro habla de destrucción. Para construir los valores del espíritu es necesaria la destrucción de los valores de la carne. El inicio del reinado de la vida requiere el fin del imperio de la muerte.

Los discípulos sienten el impacto de las palabras de su Maestro, y se ponen a razonar. Si ese fabuloso templo llegara un dia a ser derribado, eso sería posible únicamente con la segunda venida de Cristo y la consecuente destrucción del mundo. Ese pensamiento les resulta doloroso. Les duele, con un dolor que no saben explicar. Les duele en el alma, en el corazón, en el mundo interior de las emociones, donde duelen las heridas que no se ven. Todas sus esperanzas están relacionadas con la gloria y el esplendor de ese templo. Sueñan verse libres del yugo romano. Han guardado al Mesías por generaciones ¿Cómo ahora Jesús les dice que ese templo va a ser destruido?.

El camino de Jerusalén al Monte de los Olivos es un camino con sabor a fracaso. Ellos han dejado todo para seguir a Jesús. Lo han aceptado como el Señor de la vida. Pero Jesús les habla de muerte, de destrucción. Por más que se esfuerzan, no logran entender.

Aquella tarde lúgubre descienden al Valle del Cedrón como si bajaran al corazón  de la Tierra. Es una procesión silenciosa y triste. Los discípulos están perturbados por lo que el Señor les ha dicho, pero no se animan a preguntarle en el camino.

De las riberas del Cedrón suben hacia el Monte de los Olivos. Continúan tristes, preocupados. Al llegar al monte, algún tiempo después, vuelven al tema de la destrucción del Templo. Abren su corazón a Jesús  y muestran su curiosidad: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?".

Entonces el Señor Jesús les diseña un cuadro de la situación mundial que precederá a su retorno a la Tierra. Les habla de guerras, rumores de guerras, terremotos, falsos cristos, persecución, hambrunas y todo tipo de calamidades.

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