PUNTOS SOBRESALIENTES: Josué recibe la posición de liderazgo; espías enviados a Jericó; promesa entre los espías y Rahab; cruce del Río Jordán.
VERSÍCULOS DE HOY: “No te dejaré, ni te desampararé… Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:5,9).
Josué nació en esclavitud egipcia, pero durante las pruebas del desierto Dios lo usó como compañero de trabajo de Moisés. Su fe en Dios casi le causó ser apedreado a muerte por la generación anterior cuando los animó a avanzar hacia Canaán (Números 14:6-10).
Ser “sacados” de Egipto era una cosa, pero “pasar este jordán” era otra totalmente diferente (Josué 1:2), y así se comprometieron a enfrentar a los cananeos con sus carrozas de hierro y a sus ejércitos de gigantes. Hacer esto era comprometerse a ir en una dirección que había sido condenada por 10 de los 12 espías que habían informado acerca de la tierra 40 años atrás. El cruce de “este Jordán” fue un gran paso de fe que la anterior generación se había negado tomar. Para el criterio natural, era un riesgo de perder todo aun sus mismas vidas.
Los cristianos encaran situaciones similares de fe, exista o no un abandono total de sí mismo a la voluntad de Dios, y de tal manera ser El el primero en la vida de uno.
Una cosa es aceptar a Cristo como Salvador de los pecados de uno, pero otra es aceptarlo como Amo de la voluntad y de la vida de uno. Una cosa es ser sacados de Egipto, un tipo de vida incorregible, unirse a los redimidos de Dios y vivir por fe, pero es otra cruzar el Jordán y presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. ”… No os conforméis a este siglo…” (Romanos 12:1-2).
Cuando el Señor dirige el camino, conquistamos los “Gigantes de Canaán” en nuestras vidas. La victoria está asegurada. Ya sea venciendo a Faraón, al Mar Rojo, el desierto y otros “gigantes” en la vida de uno como el temor, la lascivia, los celos o la envidia; Su gracia es suficiente.
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).
PENSAMIENTO PARA HOY: Nuestras victorias en la vida dependen de que deseemos o no hacer Su voluntad como está revelada en Su Palabra.
CRISTO REVELADO: A través de la cuerda roja en la ventana, la cual salvó a Rahab y a su casa, símbolo de la sangre de Cristo. (Josué 2:21; Hebreos 11:31; Santiago 2:25; compare 1 Juan 1:7).
9/2/09
JOSUÉ
Los cinco libros de Moisés (Génesis- Deuteronomio) registran aproximadamente 500 años de la historia de Israel, desde la era de Abraham hasta el final de los cuarenta años de peregrinaje en el desierto.
El libro de Josué es la continuación del libro de Deuteronomio. Empieza con la comisión de Josué por Dios después de la muerte de Moisés y cubre los primeros 25 a 50 años de la historia de Israel en Canaán.
La tierra prometida era un lugar de conquista y conflicto. Se llevaron a cabo muy pocas batallas durante los años de peregrinaje, pero no bien entraron a Canaán, los israelitas, por fe, tenían que pelear por la posesión de la tierra. La victoria estaba asegurada porque “Jehová el Dios de Israel” peleaba por ellos (Josué 10:42).
Después de conquistar la tierra, los israelitas empezaron la ocupación de Canaán. A cada tribu le fue asignado su territorio. El ingreso y establecimiento de Israel en la tierra son evidencia de la fidelidad de Dios de mantener Su promesa del pacto con Abraham, así como con Josué (1:1-6; 21:43-45).
La tierra de Canaán simboliza la victoria espiritual que puede ser disfrutada por cada creyente aquí en la tierra, un descanso del temor y el fracaso.
Así como a Josué le fue dada la responsabilidad de llevar las tribus hacia la victoria, Cristo, el Capitán de nuestra salvación, da la victoria a aquellos que actúan sobre las promesas de Dios. Por medio de la fe, alcanzamos la victoria contra “gigantes” en nuestras vidas: celos, codicia, odio, lascivia y otras obras de la carne (1 Juan 5:4). El libro de Josué termina con la conclusión del ministerio de Josué.
El libro de Josué es la continuación del libro de Deuteronomio. Empieza con la comisión de Josué por Dios después de la muerte de Moisés y cubre los primeros 25 a 50 años de la historia de Israel en Canaán.
La tierra prometida era un lugar de conquista y conflicto. Se llevaron a cabo muy pocas batallas durante los años de peregrinaje, pero no bien entraron a Canaán, los israelitas, por fe, tenían que pelear por la posesión de la tierra. La victoria estaba asegurada porque “Jehová el Dios de Israel” peleaba por ellos (Josué 10:42).
Después de conquistar la tierra, los israelitas empezaron la ocupación de Canaán. A cada tribu le fue asignado su territorio. El ingreso y establecimiento de Israel en la tierra son evidencia de la fidelidad de Dios de mantener Su promesa del pacto con Abraham, así como con Josué (1:1-6; 21:43-45).
La tierra de Canaán simboliza la victoria espiritual que puede ser disfrutada por cada creyente aquí en la tierra, un descanso del temor y el fracaso.
Así como a Josué le fue dada la responsabilidad de llevar las tribus hacia la victoria, Cristo, el Capitán de nuestra salvación, da la victoria a aquellos que actúan sobre las promesas de Dios. Por medio de la fe, alcanzamos la victoria contra “gigantes” en nuestras vidas: celos, codicia, odio, lascivia y otras obras de la carne (1 Juan 5:4). El libro de Josué termina con la conclusión del ministerio de Josué.
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