Escena tres. Una inofensiva ciudad de interior. La noche está más oscura que otras veces. Llueve a cántaros. Joaquín y su esposa retornan de una boda. Han sido padrinos y visten ropa de gala. Conversan felices, recordando episodios de su propio casamiento. Los años han pasado y ellos se aman más que nunca. Dios les ha dado dos hijos preciosos. Aquella noche se habían quedado en casa con la niñera.
La conversación animada de los esposos es interrumpida por algo inesperado a esa hora de la madrugada. En la carretera solitaria hay una pareja en dificultades. Piden socorro. Aparentemente el vehículo de ellos se ha averiado y necesitan auxilio. A pesar de la lluvia, Joaquín y su esposa deciden ayudar. Craso error. En pocos minutos Joaquín está muerto, con el rostro desfigurado por un tiro de escopeta. Solange, violada y agonizante, tardará años en recuperarse, y los dos pequeños hijos, huérfanos de padre a temprana edad, jamás entenderán por qué un acto de solidaridad recibió la muerte como retribución. Los delincuentes nunca fueron descubiertos. ¿Tendrías tu el valor de parar en la carretera y auxiliar a alguien después de conocer una historia como esta?.
Los tiempos que vivimos son peligrosos. El apóstol Pablo lo dijo. En los últimos tiempos habría hombres "crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados". Todo el mundo tiene miedo de todo el mundo. Nadie más confía en nadie. Las grandes y las pequeñas ciudades están llenas de pandillas en cada esquina. Los fuertes sacan provecho de los débiles. Las metrópolis se han transformado en verdaderas junglas. Las fieras son los propios seres humanos.
El amor de muchos se está enfriando. Tú ves en la esquina de la calle a un níño desvalido, pidiendo limosna, y un poco más allá observas a los explotadores de esa criatura esperando el lucro diario. Te sientes ridículo. Tus sentimientos de ayuda al desprotegido saltan por los aires. Te ves burlado y herido en lo íntimo. Te propones nunca más hacer el papel de tonto.
6/12/10
Una sociedad sin corazón (1era parte)
"También debes saber esto,que en los postreros días vendrán tiempos peligroso. Porque habrá hombres ... desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables ...." (2 Timoteo 3:1-3). "Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará" (San Mateo 24:12).
Escena uno. Medianoche, la pareja descansa ajena a cualquier peligro. Una muchacha entra en el cuarto en puntas de pies para no hacer ruido. Comprueba que los dueños de casa duermen, apaga el sistema de alarma y prende la luz del corredor externo para facilitar la entrada de otros dos jóvenes; mientras ellos llegan, la joven busca guantes de plástico y medias femeninas para protegerse las manos y los rostros. Minutos después ingresan en el dormitorio y matan a palazos al hombre y a su esposa. Los que golpean a la pareja son los varones. La chica observa todo sin mostrar la mas mínima emoción. Una vez concretado el crimen, ella y uno de los muchachos, que es su novio, van a un motel para forjar una coartada.
A las tres de la mañana, la hija mayor de la pareja asesinada dirige su automóvil a alta velocidad. Ha estado en la calle y antes de volver a su casa, busca a su hermano menor, que se encuentra en un local de juegos electrónicos. Al llegar se topan con la escena de horror y sangre. Los padres han sido asesinados con crueldad y violencia. La hija se desespera y maldice a las personas que fueron capaces de realizar semejante acto. Al día siguiente, en el cementerio, llora desconsoladamente y casi se desmaya.
Unos días después la policia descubre a los asesinos. Quién ideó el siniestro plan es la propia hija de la pareja. Si, es la niña que, en el cementerio, lloraba desamparada el día del entierro de los padres.
¿Episodio de alguna película de terror? No. Realidad pura. Aconteció en una gran ciudad y la noticia dio la vuelta al mundo. ¿Qué sucedió en la mente de una muchacha de 18 años para cometer un acto tan horrendo? Nadie lo puede explicar. Sin embargo las Sagradas Escrituras dice que en los días finales habría personas "desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables". ( 2 Timoteo 3:2,3).
Escena dos. Mientras el mundo entero despierta de la pesadilla y vuelve sus ojos solidarios hacia los pueblos afectado por el tsunami devastador de 2004, la policía descubre a un grupo organizado que buscaba niños huérfanos con el fin de prostituirlos o sacarles los órganos para venderlos. La opinión pública siente nauseas. Hienas humanas aprovechaban el dolor ajeno para beneficiarse. ¿Puede alguien perder la última pizca de conmiseración? Los hechos, transformados en noticias, dicen que sí.
Mientras almuerzo con un amigo comentamos lo ocurrido. Con los ojos llenos de emoción, casi instintivamente, me dice:
Yo mataría a esos salvajes; son animales, no merecen vivir.
Al instante se ruboriza avergonzado y pide disculpas: Perdón, me olvidé que soy cristiano; no podría nunca pensar de esa forma.
Sin darse cuenta él está cumpliendo otra profecía para los últimos tiempos. Jesús ya lo había dicho: "Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará"(Mateo 24:12).
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