22/10/08

GÉNESIS 4-6


PUNTOS SOBRESALIENTES: Sacrificios de Caín y Abel; Caín mata a Abel; Genealogía de Adán a Noé; corrupción universal debido al pecado; Noé construye el arca.



VERSÍCULO DE HOY: ”Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre… Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:3-5).

Después del pecado de Adán, Dios demostró su misericordia y gracia haciendo provisión para cubrir el pecado. También habló de la venida del Salvador quien vencería a Satanás, la fuente del pecado (Génesis 3:15; Hebreos 10:12-14).

A medida que el tiempo transcurría, el hombre llagaba a ser más y más malo. Aunque Dios estaba “afligido de corazón” frente a la rebelión de la humanidad (Génesis 6:6), no los desamparó a su propia destrucción. El les dio muchas advertencias para librarlos del Infierno.

Dios levantó grandes hombres de fe, tal como Enoc, y sacerdotes de justicia como Noé (Hebreos 11:5,7). Además, el propio Espíritu Santo de Dios habló a las conciencias de los hombres (Génesis 6:3). Pero la gente continuó ignorando Su mensaje.

El Espíritu de Dios se mueve en el corazón de cada persona, convenciéndola del pecado y buscando traerla a Dios. El tiempo reservado para cada uno de nosotros es suficiente para aceptar el mensaje de amor de Dios y recibir a Cristo como Salvador y Señor. El rechazo continuo de la misericordia de Dios ocasiona que la persona llegue a endurecerse tanto, que ya no escucha más la voz del Espíritu Santo.

Llega un momento en que el esfuerzo del Espíritu de Dios llega a su fin, no porque Dios ya no está interesado en ayudar, sino por el endurecimiento de aquellos que rechazan ceder sus voluntades a Su voluntad.

“Si oyereis hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7-8).



PENSAMIENTO: O cedes a la influencia de Satanás y te endureces a las cosas de Dios o al Espíritu de Dios llegando a ser más como Cristo.



CRISTO REVELADO: A través del sacrificio de sangre de Abel (Génesis 4:4-7). Cristo es el Cordero de Dios. (Juan 1:29; Hebreos 9:22; 11:4). Ni los mejores logros del hombre podrían reemplazar la expiación de Cristo.

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