18/1/11

Esperanza en el horizonte (3era parte)

En los siguientes versículos Pedro trata de explicar la aparente demora: "Oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:8,9).

Hay dos pensamientos que se destacan en esta declaración de Pedro. El primero es la brevedad de la vida humana. ¿Cuánto puede vivir el ser humano más longevo de nuestros días? En las montañas rusas descubrieron a un hombre que tenía 126 años de edad, y en el Japón falleció un hombre con 113 años. ¿Qué significan 126 años comparados con la eternidad divina? Por tanto, Jesús no se demora. El ser humano vive una milésima de segundo comparado con el tiempo de Dios.

El segundo pensamiento tiene que ver con la infinita misericordia divina. Él ama a las personas. Si dependiera de su amor, todos se salvarían, pero la salvación es un asunto de decisión personal. Nadie puede interferir. Dios creó al hombre y a la mujer libres, para que ellos escogieran lo mejor a la luz de la palabra de Dios.


Sin embargo, el hecho de que Dios ame al ser humano y tenga mucha paciencia con él no significa que no vendrá. "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas"(2 Pedro 3:10). Aquí está de nuevo el elemento sorpresa. Ningún ladrón avisa el día y la hora que va a robar. Pedro compara la venida de Jesús con la sorpresiva acción del ladrón. El elemento de comparación es la sorpresa.

Lo que Jesús desea es que sus hijos estén permanentemente preparados. Por eso dijo: "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la Tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" (Lucas 21:34-36).

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