Esta carta exalta la preeminencia y deidad de Cristo. Da énfasis especial a la relación de Cristo con la Iglesia. El es la Cabeza y la Iglesia es el cuerpo. Como el cuerpo físico está sujeto al control de la cabeza, también el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, debe estar sujeta a El en todo.
La epístola nos dice que Cristo es nuestra vida, y que en él estamos completos (2:10). "Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (3:3).
La vida cristiana no es un "credo", ni un "sistema de doctrina", sino la vida de Cristo en nosotros. El pensamiento clave es: ".... para que en todo tenga la preeminencia" (Colosenses 1:18).
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