El libro de Isaías fue escrito por el profeta Isaías, quien vivió en Jerusalén, la capital de Judá. Su ministerio continuó por 50 a 60 años durante los reinados de Uzías, Jotám, Acaz, Ezequías y posiblemente Manasés.
Esta fue una era de prosperidad y solo pocas personas en el reino de Judá permanecieron fieles a Jehová.
El reino hermano de Judá, Israel, bajo Jeroboam II, también disfrutó de prosperidad; pero fue aun más corrupto que Judá, social, política y moralmente.
En el principio del ministerio de Isaías, Asiria dominaba el mundo. Durante la vida de Isaías, Asiria atacó a Samaria, capital del Reino del Norte, derrotó a las diez tribus del Reino de Israel, tal como Isaías lo había profetizado (9:8, 10:4). Los israelitas fueron llevados cautivos a territorios asirios al este del río Tigris.
Israel se había olvidado de "todos los mandamientos de Jehová su Dios y se hicieron imágenes fundidas de becerros". Debido a esto el profeta profetizó que serían destruidos ( II Reyes 17:16,18).
La carga de Isaías era mantener al pequeño reino de Judá alejado de una destrucción similar, haciendo que volvieran a los caminos del Señor.
El primer capítulo de Isaías es un resumen de su mensaje completo. Expone la pecaminosidad de Judá y de Jerusalén (1:3-8), expresa las apelaciones de amor del Señor por su arrepentimiento (1:16-19), e indica la seguridad de un juicio venidero (1:24; 29-31). El instó a que caminaran a la luz de la Palabra de Dios (2:5). Pero la nación de Judá fue indiferente y continuó adorando solo por formalidad, despreciando de esta manera la relación de pacto con Dios.
La frase "el Santo de Israel" (1:4) es usada 30 veces en este libro. Fue al Santo que la nación rechazó.
Isaías profetizó que, debido a su pecado, la nación de Judá sería destruida por los babilonios. Pero también dio mensajes de consuelo y esperanza para aquellos que se mantuvieron fieles.
Muchas de las profecías de salvación van más allá del reino de Judá, a todo Su pueblo, incluyendo a los gentiles. La invitación para aceptar esta salvación es extendida a todos en el capítulo 55.
Isaías también profetizó que el Mesías nacería de una virgen (7:14) y que El se sentaría en el trono de David y que gobernaría al mundo en justicia y en verdad.
Jesús citó a Isaías en 61:1-2 cuando se refirió a El mismo (Lucas 4:17-21). El Nuevo Testamento cita más profecías de Isaías que de cualquier otro libro del Antiguo Testamento.
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